Gladys González


Gladys González

Senadora Nacional por la Provincia de Buenos Aires y Presidenta de la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable



Por una Argentina verdaderamente sostenible

Cualquier consultor de comunicación política me diría que empezar una nota de opinión de esa manera es un grave error. Me dirían que nadie quiere escuchar malas noticias. ¡Siempre positiva!, sentenciarían. Pero el 2020 nos sacudió de tal manera que no hay más  lugar para el culto al optimismo. Tenemos que atrevernos a la introspección. Emprender el desafío de la reflexión. Y, por sobre todo, aceptar nuestros errores.  

La reflexión nos obliga a poner en el centro de nuestra agenda al ambiente. Si. Al ambiente. Luego de esta oración las y los consultores pondrían el grito en el cielo. ¿Cómo vas a hablar del ambiente en un país con 50% de pobreza y en un momento en el que 6 de cada 10 camas de terapia intensiva están ocupadas?. Ahora les respondería que lo que más agradezco de ser Senadora de la Nación es la responsabilidad que tengo de pensar en el largo plazo. Una ley en 2020 no se diseña pensando en 2021. Se diseña pensando en 2030, 2040 y 2050. 

Volviendo al eje: algo está mal. Esta pandemia dejó claro para muchos -entre ellos para mí- que la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza y el ambiente es la causa primera de esta tremenda crisis, del 50% de pobreza y de la ocupación de nuestro sistema de salud. La forma en que producimos y consumimos es la causa. Más claro: las pandemias como la del coronavirus tienen su origen en la destrucción del ambiente. 

Las crisis no se solucionan tapando baches. Eso lo deberíamos saber en Argentina. Tenemos una historia de tapar baches y encontrarnos con nuevas crisis cada 10 o 20 años, que en  verdad poco tienen de nuevas. Es nuestra responsabilidad reconocer que lo que hacemos con nuestro planeta es la razón por la que estamos sufriendo tanto. Y es mi deber convertir esta reflexión en acción.  

Ahora si, para tranquilidad de todos, viene la parte optimista. Hay salida. Muchas personas, en diferentes lugares de nuestro país y del mundo, de diferentes profesiones, edades e ideologías la vienen construyendo. A esa construcción las y los jóvenes le están dando un empuje que nos inspira a levantarnos cada día y seguir poniendo  nuestro granito de arena. La salida tiene que ser integral. Cada aspecto de nuestra vida tiene que cambiar: como comemos, como nos movemos, como producimos, como consumimos y como construimos nuestras viviendas y hasta como nos relacionamos entre nosotros. Y lo interesante y esperanzador es que en cada aspecto tenemos la oportunidad de crear miles de puestos de trabajo de calidad. Miles y miles de empleos verdes. 

Podríamos hacer lo que en otros países del mundo vienen haciendo hace décadas: mejorar   ventanas, puertas y paredes de  nuestras viviendas, entre tantas otras cosas, para que en verano entre menos calor y en invierno menos frío. Eso se llama eficiencia energética y nos permitiría además de luchar contra el cambio climático, ahorrar todos los meses en la tarifa de los servicios. 

Podríamos tener cientos de huertas urbanas agroecológicas en escuelas, oficinas, barrios populares y hasta en nuestras casas. Algunas más grandes, como la que ya impulsa el Gobierno de la Ciudad en el Barrio Rodrigo Bueno; y otras más chicas, como la que estoy empezando en mi balcón. La agroecología nos da alimentos más baratos, más saludables y más sustentables. Pero por sobre todo, ¡más ricos!. 

Podríamos hacer en todo el país lo que en esta maravillosa ciudad es una realidad hace años: que la bicicleta sea nuestra compañera diaria. De casa a la escuela, al trabajo o a hacer las compras. Más bicicletas y menos autos nos permite tener ciudades con menos tráfico, menos contaminación del aire y personas más sanas. Y para las personas o los trayectos donde la bicicleta no sea una opción, deberíamos estar trabajando para que los autos y los colectivos sean eléctricos, convirtiendo a las nuevas tecnologías de un lujo de algunos a una realidad para todos. 

Y como no, podríamos hacer algo que también ya es una realidad: convertir a los residuos en recursos. Hoy en Buenos Aires quien no separa los residuos en su casa es mal visto. Hace 10 años, reciclar era cosa de países considerados desarrollados. Imaginemos todo lo que avanzamos. 

Mucho de lo que tenemos que hacer ya empezó. Mucho queda por hacer. Lo interesante es que el Congreso de la Nación está repleto de iniciativas en este sentido. Como Presidenta de la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable doy fe de eso. Ley de Agricultura Familiar Sostenible. Ley de Envases. Ley de Plásticos de un Solo Uso. Ley de Vehículos Eléctricos y Alternativos. 

Cada paso que damos estamos un poco más cerca de una Argentina sana, con más trabajo y que pone al ambiente en el centro. Una Argentina en la que todos ganemos. Una Argentina verdaderamente sostenible.

Cambio climático y gestión ambiental
Septiembre 2020