Teniendo el privilegio de poder continuar con mi trabajo de manera remota, me he quedado en casa desde el inicio de la pandemia, tomando el pulso de la ciudad desde mi ventana en Brooklyn. Al inicio, las tiendas y los restaurantes cerrados, y un silencio angustiante interrumpido solo por innumerables sirenas. Luego, lentamente, un poco de alivio: el pío de los pájaros en el parque, los gritos de los niños jugando en la calle peatonalizada, la charla de clientes desayunando afuera.

Las ciudades alrededor del mundo se encontraron en primera línea del COVID-19, sufriendo por los efectos devastadores de la pandemia, que está causando, en particular, una crisis económica gravísima en las ciudades del Sur Global. Sin embargo, es en estas mismas ciudades donde encontramos la mayor resiliencia y creatividad para enfrentar este drama.

Al llegar la crisis sanitaria mundial, algunos temían que las metas climáticas serían descartadas. Pero una recuperación post-pandemia que no está centrada en la acción climática sería catastrófica, pues ignoraría los efectos irreparables del cambio climático.

Las ciudades miembros del C40, la red de 96 alcaldes con la mayor ambición climática, muestran que lo opuesto es posible. Ellos se comprometieron a una recuperación verde y justa del COVID-19, y publicaron un plan de acción que afirma la necesidad de cuidar a los más vulnerables y crear una nueva normalidad. Muchas ciudades, especialmente en América Latina, implementaron, desde el principio de la epidemia, medidas para lidiar con la crisis: Bogotá, Lima, Quito, Ciudad de México y Buenos Aires expandieron sus ciclorutas para ofrecer más opciones de movilidad durante la crisis. Y la inclusión social en la acción climática siempre fue el centro de las prioridades en la región, como lo muestra la instalación de paneles solares en la vivienda pública de Curitiba, y la acogida de adultos en riesgo en hoteles en Río de Janeiro.

La ciudad de los 15 minutos nos presenta un modelo de ciudad verde, justa y sanitariamente segura. La idea central de este paradigma es que cada habitante pueda alcanzar la mayoría de sus necesidades (sino todas) en menos de 15 minutos a pie o en bici. Promoviendo, en cada barrio, la movilidad activa, la zonificación de uso mixto, el acceso a espacios verdes, la presencia de infraestructura pública esencial como saneamiento, escuelas, centros de salud... La flexibilidad del modelo significa que puede ser implementado en todo tipo de ciudad, respondiendo a las necesidades de cada barrio.

Necesitamos trabajar todos juntos para alcanzar metas tan ambiciosas. Ciudades líderes tienen la oportunidad de crear una coalición para cumplir la acción climática local. Los jóvenes son una parte esencial de este grupo, trabajando con gran empeño como voceros en apoyo a la causa climática mundial. Reconociendo el papel crucial de la juventud, el C40 está desarrollando una iniciativa mundial de jóvenes por el clima – una generación de nuevos líderes que, personalmente, anima mi optimismo para el futuro.